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Prácticas laborales que debemos abandonar en pleno 2022

Foto del escritor: L. C. Alexis Cruz RubioL. C. Alexis Cruz Rubio

Estamos en 2022, venimos saliendo de dos años catárticos de pandemia global y como que no hemos comprendido que ya nada será como antes, por más que intentemos volver a aquella normalidad de 2019.


Un sector que no logra comprender esta situación es el sector patronal, pues siguen aferrados al modelo tradicional de subordinación laboral y de condiciones de trabajo que imperaba en un mundo pre-COVID.


Creo que una de las grandes enseñanzas que nos ha dejado el COVID-19, particularmente a los profesionistas que nos dedicamos a labores administrativas o de oficina es que podemos trabajar en donde sea. No requerimos estar confinados en una oficina sentados en la silla más incómoda del mundo para trabajar. Nos hemos adaptado a las circunstancias.


Sin embargo, las moralejas post pandemia no se limitan a la ergonomía, sino también a la dinámica en sí de trabajar. El artículo de hoy trata sobre las prácticas laborales que debemos abandonar a la voz de ya!!


1. La primera es la mas obvia: limitarnos al espacio físico de una oficina

Si algo nos enseñó la virusA china es que no necesitamos ir hasta nuestro centro de trabajo para realizar nuestras labores.


Hoy en día, los oficinistas y profesionistas podemos armar nuestro changarro en donde se nos pegue la gana. Basta de forzarnos a asistir en ropa business casual o business formal para ir a sentarnos en una silla poco ergonómica por ocho horas, hacer small talk con la recepcionista de la oficina (o bueno, será que a mi me cae un poco mal la de mi trabajo🤔) y quejarnos del tráfico y de lo costosa que es la gasolina.


El que quiere ir a la oficina que vaya, y el que no, pues que se quede en su casa a trabajar o en un lugar que le agrade y le permita desempeñar sus labores. Para empezar, trabajar en casa nos ahorra dos factores clave: tiempo y dinero. Tiempo de traslado y dinero de la gasolina que gastaríamos en ir y, en algunos casos, de estacionamiento. Yo soy feliz trabajando sentado en mi sala, en playera y en jeans (o inclusive en pants o shorts) escuchando mi música de diva noventera mientras trabajo. Me siento productivo porque estoy en un ambiente cómodo y para mi es muy importante la comodidad para trabajar. La incomodidad te quita tiempo que podrías invertir en tus labores.


2. Death to the dress code

No me refiero a que dejen que sus colaboradores anden en shorts deportivos o que las personas que tienen senos utilicen escotes pronunciados para andar enseñando lo que Dios les dio (o no les dio).


Pero si permitir que los colaboradores acudan, si es que tienen que presentarse en el centro de trabajo, en ropa en la que ellos se sientan cómodos para realizar sus labores. Repito, la comodidad incrementa la productividad.


Personalmente, aborrezco los zapatos de vestir y las camisas de botones. Son un símbolo de sumisión ante el patriarcado patronal, me hacen sentir esclavizado y además incómodo. Solamente me gusta arreglarme en modo profesionista serio cuando es estrictamente indispensable y absolutamente necesario. Para mi, ir a la oficina a realizar mis labores diarias no es un motivo de peso para utilizar camisas y zapatos de vestir. Reuniones con un cliente, puede que si sean motivo suficiente para emperifollarme.


Yo soy ese Contador que andaría en jeans, playera de color lisa, un blazer y para que amarre los tenis Adidas blancos que todo el mundo tiene o unos Converse negros. No hay nada más cómodo.


3. Sujetarse a una jornada laboral cuando se trabaja a distancia

Si algo nos enseñó la pandemia es que podemos trabajar desde nuestras casas o en donde queramos, sin tener que interrumpir nuestras vidas fuera de lo laboral. Durante la pandemia veíamos que las personas eran más felices trabajando desde su casa: podían optar por desayunar todos los días en familia, pasar las tardes con sus hijos, reunirse con sus amigos (con sana distancia en su momento), entre otras actividades personales, durante el horario que tradicionalmente se consideraba laboral y sin descuidar sus labores.


Cortarle la cadena al lastre que representa el 9 to 5 (o el 8 to 5:30 en mi caso) es un paso que necesitamos dar. Posiblemente existan personas que trabajen de día y no rindan igual porque, seamos sinceros, ¿quién fregados carbura al 100% a las 8:00 am después de dos años de pandemia? Durante estos dos años hemos aprendido que podemos sacar la misma cantidad de trabajo en quizás menos tiempo o, que al no estar confinados en los centros de trabajo, podemos disponer de nuestro tiempo con más libertad y organizarlo mejor para no privarnos de los placeres de la vida y seguir rindiendo en el trabajo.


4. Las horas extras

Yo no sé, pero yo a las 5:30 pm en punto apago la computadora y no quiero saber nada más del trabajo. E-mail a las 5:29 pm???? Se atiende al día hábil siguiente después de las 8:00 am. Este punto va de la mano del anterior: al no existir ya las jornadas rigurosas con horarios de entrada y de salida y al ser cada quien dueño de su tiempo, las horas extras se suprimen solas.


Estos últimos dos puntos van encaminados hacia un trabajo por objetivos. Debemos reorganizar los procesos y políticas de las organizaciones para trabajar por objetivos en la medida de lo posible y según las particularidades del giro empresarial.


Pero si, las horas extras aunque son relativamente bien retribuidas de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, clínicamente no son buenas: el trabajar en exceso puede generar padecimientos graves, como el burn out e inclusive padecimientos psicológicos o psiquiátricos. Háganse un favor por su bien y digan no a las horas extras.


5. No otorgar permisos por paternidad

Abogo por un mundo en el que los hombres o mujeres no gestantes (quiero ser inclusivo de las familias homoparentales) también tengan derecho a sus 42 días de incapacidad prenatal y 42 días de incapacidad puerperal y, por ende, al subsidio que corresponde.


Estamos en un mundo moderno en el que los matrimonios y parejas heteroparentales y una que otra homoparental que desea tener hijos, necesitan y/o quieren cuidar de los nuevos integrantes de su familia. El cuidado postnatal de los infantes ya no es exclusivo de las mujeres y no es exclusivo de los hombres, es una responsabilidad que debe de compartirse entre los cónyuges, concubinos o amiguitos de esos que chocaron sus carritos nueve meses atrás y decidieron tener un hijo, yo no juzgo.


Yo estoy consciente que alguien, de preferencia la persona que no expulsó a un ser vivo de sus entrañas, tiene que mantener el hogar, por lo menos en lo que la persona gestante se repone del estrago físico y emocional del parto y puede reincorporarse a sus labores. Pero, ¿acaso los padres de familia (refiriéndome en general a aquellas personas que no fueron los gestantes, pero que tienen la calidad parental) no merecen también apoyar en el cuidado postnatal a sus parejas gestantes?


Los primeros meses de la vida de un bebé son muy importantes para formar vínculos con sus padres. ¿Cómo quieren que un padre retome su trabajo inmediatamente tras el nacimiento de su hijo? Déjenlo que goce de los primeros meses de la vida de su hijo sin necesidad de tener que renunciar a su empleo.


Eso y también recordemos que los índices de depresión postparto son muy altos entre personas gestantes. No solo es necesario que los padres (again, utilizo este término de forma inclusiva, respetando a todos los tipos de familias) apoyen en el cuidado de los recién nacidos, sino también de las madres o personas que gestaron a los hijos.


¿Acaso no son motivos suficientes para reformar la legislación laboral y de seguridad social para otorgar incapacidades por paternidad?


Ya para finalizar, espero que por ahí ande algún patrón leyéndome para que tome nota de esto. O también algún legislador, uno nunca sabe... Chance y con este artículo llegamos hasta el Congreso y efectuamos un cambio en beneficio de la clase trabajadora, why not????


Estamos en 2022, pero la cultura laboral dice 1970. Definitivamente es hora de un cambio.

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