A pesar de lo cliché que pueda parecer, o las veces que quien realice esta lectura lo haya escuchado, me es completamente necesario iniciar esta entrada de la siguiente manera:
¡Feliz mes del orgullo LGBTQ+!
Y si bien, no niego que el ambiente y los colores que inundan casi cada rincón durante más de 30 días seguidos incitan al festejo, y eso constituye una gran parte de la belleza de esta conmemoración, vale la pena destacar destacar par de puntos.
Asimismo, es sumamente relevante que sepas que el orgullo no viene de algo tan banal como gritar a los cuatro vientos tu identidad u orientación disidente, como muchos cishetero puedan creer.
El orgullo surge de una lucha, una constante y ardua que inicia (oficialmente, aunque la resistencia ha existido siempre) con Marsha P. Johnson, una mujer negra, trans y VIH positiva, Sylvia Rivera, también mujer trans y activista, y Stormé DeLarverie, mujer butch lesbian, en Estados Unidos, quienes hartas de la brutalidad policial arrojaron ladrillos a la policía durante el famoso episodio llamado Los disturbios de Stonewall a finales de los años 60’s.
El orgullo en nuestro país inicia con Nancy Cárdenas Martínez, una mujer lesbiana dramaturga, ensayista, poeta, periodista y actriz originaria de Coahuila, quien junto con su amigo y colega Carlos Monsiváis redactaron el Manifiesto en defensa de los Homosexuales en México en 1975. Tres años después, Nancy tomaría cabecera en la primera Marcha del Orgullo en México.
Toma en cuenta que esta es nuestra historia, y el legado de estas personas tan importantes para nuestra comunidad es en lo que se traduce el orgullo: una celebración de lo "fuera de norma", una lucha permanente contra la opresión y por ende orgullo que representa el ser tú misma/o/e resistiendo en un mundo que se empeña en decirte que no es correcto.
Ahora bien, si todavía no tienes definida una etiqueta para tu orientación sexual o identidad de género y te encuentras en proceso de descubrirla, no debes quemarte la cabeza con ello. Ya lo sabrás, y si te sientes con la comodidad suficiente para abrirte con personas de tu confianza, ¡excelente! Y si, por el contrario, simplemente no sientes la necesidad de ello, debes saber que una declaración sobre tu queerness no es algo que le debas a absolutamente nadie.
Bajo este tenor, es muy importante que sepas que aunque sigas "en el closet", seas un nuevo miembro en esta comunidad, sigas dudando, no sepas mucho sobre el tema o cualquier otro motivo, nunca debes dudar que esta es tu celebración.
No se celebran únicamente los cuerpos esbeltos, a las personas blancas que seguido vemos teniendo cobertura en los medios; tampoco hay exclusividad para los cis o lo binario. Jamás dudes que tú también formas parte de esta comunidad, sin importar qué tantos estándares de los que se te impongan cumplas o no.
Por otra parte, y ahora enfocándome en mi propia experiencia como mujer abiertamente bisexual desde los 16 años, a pesar de que no ha sido todo un camino de rosas sin espinas, puedo admitir que soy una persona privilegiada.
A pesar del miedo, la incertidumbre y la vergüenza que rodeó mi autodescubrimiento durante la infancia y adolescencia, yo nunca temí recibir una golpiza de mis padres, así como tampoco consideré factible que se me echara de mi hogar o excluyera por completo de la familia.
Y lamentablemente, esta no es la realidad de muchos miembros de la comunidad.
En muchos lugares del mundo, ya sean países, estados, ciudades, pueblos y finalmente núcleos familiares, el ser queer sigue siendo considerado tabú, motivo de burlas, desprecio, rechazo y hasta crímenes de odio que atentan con la integridad y bienestar de personas inocentes.
Es por ello, que incluso si yo recibí burlas de compañeros de clase, exclusión de sus grupos, dudas e ignorancia por parte de mis padres y "bromas" o comentarios lgbtqfóbicos de otras personas (entre ellas familia, docentes y hasta "amistades"), así como el vivir con una perpetua vergüenza y odio hacia mí misma, puedo considerar todo ese episodio tan traumático un un ambiente no tan hostil, puesto que sigo aquí, viva y orgullosa, y muchos miembros de nuestra comunidad no tienen esa suerte.
Entonces, ya sea dentro de mi profesión, en su estudio y futuro ejercicio, me corresponde a mí tanto como a todas las demás personas, el cuestionar mis privilegios, y luchar por disminuir y algún día erradicar por completo las barreras que se nos imponen a razón nuestra orientación sexual o identidad.
Por dar un ejemplo, de acuerdo con la revista especializada en temas fiscales IDConline (2019), las personas LGBTQ+ tienen mayores dificultades para encontrar lugar en el mercado laboral. Dicha revista, en un artículo publicado el viernes, 28 de junio de 2019 mencionó:
Según datos de la Encuesta Diversidad y Talento LGBT en México, que se publicó en agosto del 2018, de las personas trans 41% tiene estudios superiores y pese a ello tienen oportunidades limitadas para encontrar un empleo.
Dos de cada tres miembros de la comunidad trans no tienen experiencia laboral, comparado con el uno de cada dos de hombres gays sin experiencia laboral.
[...] Una persona LGBT puede pasar en promedio 10 meses buscando empleo, tiempo en el cual depende nuevamente del apoyo familiar o su capacidad de ahorro.
De igual manera, la Encuesta Nacional sobre Homofobia y el Mundo Laboral en México de 2014 reveló que 35% de las personas LGBTQ+ han sido víctimas de algún tipo de discriminación en su lugar de trabajo, al 20% se les ha preguntado sobre su orientación sexual o su identidad de género antes de ser contratadas y a un 14% se le ha negado un empleo a causa de su orientación o identidad (ADIL, s.f.).
Por esto y mucho más, es necesario que abramos los ojos y reconozcamos que tanto como jóvenes parte de la comunidad LGBTQ+ así como a todas las demás personas, tenemos la obligación y el deber de no perpetuar los estigmas y prejuicios que rodean a las personas queer dentro de cualquier profesión y espacio, librando la batalla para asegurar que todos nuestros ambientes, de trabajo, profesional, familiar, social, sea uno inclusivo y que vele por el bienestar de todas las personas, sin importar raza, clase, religión, sexo, identidad de género, orientación sexual, ni ninguna otra razón, pues todas las personas, absolutamente todas, lo merecemos.
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